Videoclub World

Videoclub World

Desde sus inicios, el videoarte ha sido un medio disruptivo, incómodo y profundamente experimental, situado a medio camino entre el cine, la performance y la instalación artística. “El video, a pesar de ser cada vez más omnipresente en la vida cotidiana y en el arte, sufre eternamente el complejo de obra menor”, sentencia Leticia Obeid (1). Aun así, ha logrado consolidarse en la escena del arte contemporáneo, insertándose en los circuitos tradicionales y expandiéndose año tras año. 

Sin embargo, dentro del vasto universo que comprende el videoarte, existen miles de obras que jamás llegan a entrar a un museo o una galería, demasiado experimentales incluso para un género que es experimental en sí mismo. Si pensamos el video como una expresión artística que está en los márgenes de las artes visuales, entonces estos videos están en los márgenes de los márgenes, en el extrarradio del arte. 

Es en este territorio donde ocurre lo más interesante: lo que no alcanza a llegar a la luz de las ferias de artes y las bienales, lo que permanece soterrado y que por ende goza de una libertad discursiva y creativa sin censura. En este panorama, son generalmente proyectos que nacen de la autogestión los que crean las instancias para que esos trabajos puedan llegar a los ojos del espectador interesado. 

VideoClub es un colectivo que nace en Valparaíso el año 2021 con el objetivo de proporcionar un espacio al arte underground.Ante la frustración por la falta de espacios para mostrar y compartir trabajos de video fuera de los límites impuestos por la academia nace VideoClub. Hoy en día la plataforma está conformada por las artistas visuales Belén Mallol y Carolina Ovando, junto con el antropólogo Vicente Barriga y colaboradores alrededor del mundo entre ellos Clo Pantano, Belén, Río y Javier.

Su curaduría prioriza videos DIY (siglas de “do it yourself” / “hazlo tú mismo”), piezas que han sido creadas de manera independiente, sin el respaldo de marcas ni grandes productoras. Las obras también abarcan temas políticos, desde perspectivas cuir, ecológicas y decoloniales. En algunos casos, hay una revalorización de lo amateur y lo kitsch como propuesta artística y política, como resistencia al comme il faut, a lo establecido como “apropiado” o “correcto” por la academia. 

En sus Notas sobre lo camp (1964) Susan Sontag ya señalaba cómo lo camp podía ser una forma de resistencia cultural, al ser una estética que exalta el artificio y la exageración deliberadamente, desafiando los valores dominantes del “buen gusto” y la jerarquía entre alta y baja cultura. VideoClub recoge esta tradición y la lleva al ámbito audiovisual, reivindicando lo que muchas veces se descarta por no ajustarse a los estándares convencionales del arte.

La apuesta por los videos DIY no es solo una cuestión de producción independiente, sino también un gesto político y curatorial. Para VideoClub, la fuerza de una obra radica en su propuesta sensible y expresiva más que en su acabado técnico. De esta manera, buscan representar narrativas subrepresentadas y explorar cuestiones de identidad desde sus raíces. Estos trabajos pueden parecer domésticos, toscos, incluso naïf, y para el espectador poco atento, pueden resultar poco serios o profesionales. Sin embargo, detrás de esa estética artesanal se ocultan – a veces no tanto – discursos políticos y cuestionamientos identitarios muy potentes. 

Si bien el colectivo tiene un fuerte enfoque en Latinoamérica, también ha extendido su mirada a otras “periferias globales”, con videos provenientes de la Kazajistán, el Este asiático, Medio Oriente y África, así como también sus muestras se han desplegado en distintos lugares del globo, proyectando a la fecha más de 250 videos de 23 países diferentes en 14 ciudades del mundo.  En solo cuatro años de existencia, han tejido una comunidad global que continúa expandiéndose, lo que les ha valido el apellido “World” a su nombre.

Más allá de la exhibición de videos, VideoClub se sostiene sobre el principio fundamental de la construcción de comunidad. En su búsqueda decolonial por la reapropiación y resignificación de los discursos, su acercamiento a lo audiovisual nace de la necesidad de generar redes de colaboración entre artistas marginados por los circuitos de arte más canónicos. Bajo el propósito de crear espacios de intercambio cultural, ampliar horizontes y promover un arte contemporáneo que impulse la justicia social y la equidad, buscan “construir sueños de comunidad y ecoutopías que desafíen y desmoronen el imperio cultural que limita nuestra creatividad”. 

En este sentido, su labor se inscribe en la tradición de los movimientos contraculturales que han desafiado el status quo. Como el situacionismo en los años 60’ o el punk en los 80’, VideoClub se instala al margen del sistema, generando sus propias reglas y espacios fuera de los circuitos comerciales tradicionales donde se mueve el arte. En un mundo donde las imágenes están dominadas por la lógica del espectáculo y el mercado, VideoClub se erige como un espacio de resistencia audiovisual, una trinchera creativa donde lo que está en los márgenes no sólo sobrevive, sino que cobra un nuevo sentido político y artístico.

Notas al pie.

(1) Leticia Obeid, “I 🖤video”, Galería de copias, Ripio, 2023.


 

Artículo realizado por: Florencia Izquierdo Garcés. Licenciada en Historia y en Estética. Fotógrafa y gestora cultural. Actualmente es Editora de Contenidos e Investigación de la CChV.